sábado, 13 de junio de 2009

Esa brisa veraniega


Los 40 grados durante el día provocan un sentimiento inquieto en mí. Es difícil concentrarse cuando una ola de calor te rodea y te ahoga y te aprisiona de manera que los pensamientos se evaporen entre el sudor.

Sin embargo las noches son maravillosas… Junto a la brisa veraniega de la orilla del Guadalquivir; donde las miradas se pierden entre la fragancia musical de un rincón con encanto.
La luz tenue que matiza la Torre del Oro proyecta en el río destellos que bailan junto al vaivén de la corriente. Y el viento, suave, acaricia cuidadosamente las reflexiones que se pierden entre el ahora y el para siempre.

Hay momentos en los que deseas que el tiempo pare, y las vivencias se fundan en un recuerdo eterno donde lo próximo no tenga razón de ser.
Pero es difícil conseguirlo, y ni si quiera sé si su efímera duración aumenta la intensidad de las sensaciones.

Quizás todo es más bello porque existe un final…

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