sábado, 14 de agosto de 2010

Próxima parada... retiro espiritual

Estrenando mi lista de clásicos de los 50 del Spotify y el pelo recién lavado, me dispongo a sentarme y pararme a escribir un rato.
Sí, sigo en ese estado de no parar aderezado con unas cuantas ideas sobre perspectivas cambiantes que revolotean por mi cabeza (dios! que bueno es Ray Charles!).
La verdad es que se me antojan cambios (y algodón de azúcar). No hay nada como un buen algodón de azúcar que te deje las manos pegajosas y recuerdes lo que sentías en tu niñez sin tener que pararte a leer ningún diario. Y es que los recuerdos son fuentes poderosas de poder.
Ahora mismo me veo a mí misma haciendo hamburguesas de piedra con hierbas de la calle (lo triste es que no haya demasiada diferencia con la cocina que hago actualmente xDDD), pero qué más da, ya llegará la semana temática culinaria o consultaré a mi nuevo instructor de guisos a ver qué me enseña a hacer.

Creo que pronto voy a tener que ir a Cáceres, de "retiro espiritual obligado", aprovecharé para escribir, pasear mis apuntes, encadenarme a mi portatil (con su disco duro llenito de buen Cine) y tumbarme en ese patio antiquísimo de piedra e higueras a mirar las estrellas. -y pedir deseos- Definitivamente lo mejor de los pequeños pueblos perdidos de extremadura es poder mezclarte con la naturaleza y olvidar por un momento la urbe y su gigantesco agujero negro magnético. Coger una inmensa bocanada de aire fresco, puro, no contaminado, para recordar lo mucho que quieres seguir respirando el de la ciudad.
También para encajar las piezas descolocadas del puzle de posibilidades.

Dios.. mi teléfono vuelve a sonar, si fuera un sim tendría la vida social muy en verde xDD
Así que como buena humana sociable me despido para arreglarme que la vida offline me requiere!


jueves, 5 de agosto de 2010

Una noche cualquiera

Olor a jazmin, a mar, a tierra mojada... según la brisa el perfume que entra por mi ventana cambia y me trae recuerdos diferentes.
Es una noche de verano, cualquiera, única, irrepetible, sencilla. Libro en mano y teclado al tacto me dispongo a releer el Alquimista, pero sólo por encima porque he decidido prestarlo. ¿Os habéis parado a pensar que compartir libros es como guardar secretos? Estrechar vínculos, ampliar miras, o simplemente acercar dos visiones de la vida.
Cuántas verdades se esconden en un trozo de papel... en un mísero folio, detrás de cientos de letras...
Y de nuevo los grillos que adornan con sus sonidos la noche. Una noche cualquiera, única de verano.

domingo, 1 de agosto de 2010

No hay nada como domesticar

Hay que ver, la de cosas maravillosas que tenemos a nuestro alcance que ni valoramos.

No voy a decir que últimamente tenga una mirada más peculiar sobre la vida, porque en el fondo opino que siempre la he mirado de la misma forma.
Es cierto que quizás, como comentaba con un amigo, la verdad no sea única o tenga múltiples particiones referentes a diversas perspectivas que engloban el todo. O quizás, se trate de una única y objetiva con diferentes enfoques ¿Hasta qué punto es real la subjetividad? ¿Dónde empieza mi verdad y termina la tuya?

Ayer fue un día increíble, de esos que hace tiempo que no tenía y te dejan una sonrisa en el rostro por un cúmulo de detalles casi imperceptibles por la mayoría pero muy presentes para mí.
Esos son los mejores días, sin duda, en los que puedes viajar sin salir de la habitación, o compartir amaneceres a cientos de kilómetros.

Estuve, entre otras cosas, rememorando los mejores pasajes de El Principito, su bella metáfora entre el zorro y la amistad, y la rosa y el amor.

-Sí -dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...

-Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...

...

-Por favor... domestícame! -dijo el zorro.

-Bien lo quisiera -respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!

-¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.

-Hay que ser muy paciente -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...

Desde luego, no hay nada como domesticar. Convertir en único algo semejante, como bien ha hecho Punset conmigo. Este hombre me parece realmente especial e inteligente. Antes leía un artículo suyo sobre la Inteligencia Social  y como hemos evolucionado con grandes personajes (Einstein, Obama...) para trasferir el conocimiento a la mayoría. Utilizar la inteligencia al servicio de la manada y lograr así, otro paso en la evolución.

Me fascina ver cómo las personas argumentan sus pensamientos, cómo hacen uso de su cerebro y qué consecuencias obtienen; y es que no hay nada como conversar, leer o escribir durante horas. Reflexionar sobre la vida o intercambiar la perspectiva de la verdad.

En definitiva... no hay nada como domesticar :)