sábado, 21 de noviembre de 2009

Estupidez

Una vez alguien me dijo que mejor reírse de la vida, porque las cosas tienen que ser graciosas.

Y después de pensarlo diré que lo siento mucho, pero a mí hay cosas que no me hacen ni puñetera gracia.

Siento el vocabulario, a veces sale mi otro yo, ese que deja de sonreír ingenuamente porque la estupidez no me provoca risa.

Sí, señores, hoy es día de hablar de esa gran conocida que es la estupidez. Generalmente, todos hemos coincidido con ella, a veces, incluso en nuestras propias carnes, como cuando te ves año tras año cometiendo los mismos errores y reprochándote las mismas cosas. Otras, sin embargo, nos toca colateralmente, como cuando viene de visita.

De pronto estás tan tranquila en tu sofá, tomándote un yogurt, y la estupidez llama a tu puerta. Sí, y tú, inocentemente abres pensando que es imposible que te visite tan a menudo, pero sí, ahí está de nuevo con su flamante sonrisa estúpida dispuesta a quedarse un rato más.
Podríamos decir, de hecho, que la estupidez es como las visitas pesadas, al principio te hacen gracia, pero cuando se quedan más de la cuenta desesperas por echarlas.

¿No os ha pasado algo que de estúpido os podríais reír pero que sin embargo os borra la sonrisa?

Es porque no es gracioso, es estúpido.

Y lo estúpido, señores míos, no nos hace ninguna gracia.