lunes, 26 de octubre de 2009

Post Mortem II



Post Mortem II

La primera vez que Suri vio a su padre fue en su decimotercer cumpleaños.
Había esperado más de una década para conocerle y cuando llegó el momento, vio como toda su vida pasaba ante ella a toda velocidad, reducida a una secuencia de imágenes inútiles cuan mero trámite para llegar hasta él.

El encuentro no fue tal y como ella esperaba, pero al menos pudo sacar algo en claro: no se puede confiar en los hombres.

Ni si quiera en los de tu propia sangre.

Su progenitor, con buenas palabras y demasiados regalos, sólo pudo ofrecerle cantidades industriales de materialismo y ninguna respuesta sincera. Momento en el cual Suri descubrió otra de sus máximas: No existe suficiente dinero para comprar una gran verdad.

A partir de entonces su vida entró en una espiral sin salida. Se encerró en su mundo y dedicó su tiempo a leer y escribir, de vez en cuando pintar y muy de tarde en tarde salir.

En una de esas inusuales salidas le conoció. Alex no era lo que se conoce como un chico normal, más bien todo lo contrario. Su mirada inerte y expresiva proyectaba mensajes contradictorios al mundo. A veces parecía que quería hablar y otras escupir a quien se le acercara.

Suri no pudo evitar sentir curiosidad por él.

Un día se acercó. Permaneció a su lado compartiendo el silencio, y misteriosamente aquello le produjo una extraña sensación de bienestar. Así que repitió.

Se sentaba en el mismo banco, observando a la misma gente y maldiciendo al mismo dios. Nunca hablaban, pero sus encuentros fueron creando un vínculo entre ellos.

Un día pasearon. Ella se levantó del banco y él la siguió. Caminaron entre edificios abandonados, meditando en silencio ante la multitud de soledades.
Día tras día se iban conociendo mejor. Por ejemplo, le encantaban los gatos, siempre que pasaba uno él lo observaba con fascinación, y le ponían frenético las bicicletas, quizás algún trauma infantil, conjeturaba ella.

Era increíblemente reconfortante no tener que emplear palabras.

Todo se tornaba en equilibrio hasta que un día, sin más, desapareció.
Suri siguió meses sentándose en aquel banco con la esperanza de que apareciese, pero ni sus plegarias consiguieron devolverle a aquel lugar.
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"Perdone??"

El tiempo de respuesta empezaba a parecerle eterno. Pero en esos segundos condensados pasó algo inusual. Sus ojos le hablaron.

Era él…

viernes, 23 de octubre de 2009

Post Mortem I



Post Mortem I

El tiempo, ralentizándose poco a poco, hacía que el sopor general tendiera a la explosión masiva de mentes.
Era inaguantable aquel dolor.
Apretaba su cráneo con las manos con la ilusión de que el ruido y la presión desaparecieran. Pero era imposible.
No podía sacarlo de aquel lugar.

Estaba tan aturdida como confusa. Cansada de reflexionar. Harta de sentir.

Suri era una chica impulsiva, no podía dejar de pensar en la idea de acabar con todo.
Aunque la contrapartida negativa era tan grande, que hasta la simple idea de dejar de respirar le suponía de dudosa inteligencia.

Quizás era el momento de ser valiente, pensó. Y casi al unísono ya tenía un precioso utensilio metálico en sus manos.
Cogió papel de periódico y encendió su ordenador para que Debussy le acompañara durante su estancia inmortal.
Todo listo, dijo en voz alta con media sonrisa, y acarició suavemente su muñeca izquierda.
Observó su imagen en el espejo y no pudo evitar sentir placer por lo romántico del asunto.
El Claro de Luna pasaba ya del decimonoveno compás cuando un ruido estridente evaporó la calma entre el desconcierto.

No puede ser, dijo para sus adentros, y depositó el cuchillo dulcemente pidiéndole unos segundos de espera.
Caminó hacia la puerta y la abrió encontrando ante sí una figura poco familiar.

"Disculpe, la pillo en mal momento?"

Suri rió internamente.

"En realidad sí, qué desea?" -inquirió midiendo la paciencia.

El hombre vaciló unos segundos. Tiempo necesario para que Suri le observara de arriba a abajo.
Bien vestido, barba de dos días y a juzgar por las manchas de su camisa no había pasado por casa en un tiempo.
Al terminar su examen fisiológico se topó con su mirada seria e intensa clavada en su ojos.

"Verá...aún no lo sabe pero creo que usted va a matarme"

Suri miró sus muñecas para comprobar que no se trataba de ningún tipo de delirio post mortem.

"Perdone??"

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continuará...

martes, 13 de octubre de 2009

Ágora

No hay nada más grande que el Universo.
Ni nada más atrayente que los misterios que se esconden tras los astros del pasado. Del futuro.

Después de ver Ágora no pude evitar sentir cierta desolación, pero no por la calidad de la cinta, que es excepcional, sino por la evolución del hombre. Siglo tras siglo empeñado en imponer en vez de escuchar, y en quitar sin pensar en compartir.

Es cierto que cada vez tengo menos fe en las religiones, pues quienes las llevan siempre han demostrado los mismos intereses, independientemente de su color, forma o nombre.

No penséis mal, yo querría creer en las buenas palabras, o en las buenas voluntades, pero los hechos son tan claros como contundentes.

Si hay esperanza es alejada de la manipulación.

Ojalá el ser humano pudiera dedicarse a evolucionar sin tener que luchar contra el hombre.
Quién sabe... quizás esa sea nuestra condena por tantos años de prepotencia.

Aysh.... Cuántas ideas brillantes entre tanta oscuridad...

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Mi más sincera felicitación, una vez más, a Alejandro A.
Es gratificante que la admiración crezca con el tiempo :)

domingo, 11 de octubre de 2009

Casualidad

Casualidad

Nunca hablamos sobre aquello.

Éramos dos desconocidos frente a un océano de conocimiento.

Ni si quiera sé muy bien cómo empezó.
Una mirada quizá. Quizás él… quizás yo.

Dos personas solas inmersas en un mismo universo, ajenas a sí mismas, envueltas en pensamientos.

Nunca pensé que esas ideas traspasaran la frontera de mi mente.
Estaba acostumbrada a pensar sin recibir. A imaginar.

Y era una locura porque apenas sabía nada de él, pero algo me decía que quería conocerlo todo.

Hasta que un día, sucedió.

Las hojas del viento bailaron al son del tiempo.
Y las horas se eternizaron. Y los segundos se escaparon entre mis manos.
Y pude dormir en su pecho y sentir su respiración de nuevo.

Y reí, y conversé y fui feliz…
… en esos fugaces destellos que brillan en los momentos inusualmente esperados.


Quería que aquello no terminara nunca, que la existencia se prolongara en longitudes de onda invisibles, que la prudencia se fugara sin mirar atrás, que lo imposible y lo improbable pasearan en paz hacia el infinito... no quería que terminase nunca porque en el fondo de mí sabía que ya nunca sería igual.

Que su roce, sus dudas, sus besos, todo... había sido producto fortuito de la casualidad.

sábado, 10 de octubre de 2009

Certeza


Certeza

Como un soplo de frescura supo que era el momento de dejar de lado la vida por defecto.

Su sonrisa no escondía sus ganas de comerse el mundo.

Parpadeaba al vaivén del tráfico, a la orilla de la gran manzana asfáltica y semi desierta.
Arrancaba una a una las páginas del escrito que durante tantos años le había esclavizado. Cada palabra, cada coma, cada subordinada suponía un nuevo adiós al mar de letras por el que naufragaba su existencia.

Atormentado y desafiante extendía sus brazos para lanzar al aire tinta con la que contaminar la atmósfera. Tinta sobre papel. Tinta sobre su piel.
Sólo habían pasado dos horas desde que recibió la noticia, 3600 segundos de calma. 3600 de visceralidad.

¿Cuánto es necesario para aprender a vivir?

¿Y para olvidar?
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Las palabras se deshacían entre borrosos recuerdos de su pasado mientras su mente yacía en las profundidades submarinas de la reencarnación.

No creía, jamás había creído. Su fe fue absorbida por el amor propio en un intento de asalto al narcisismo; momento en el cual su cerebro dejó de pensar.

La estela agónica de dudas se abría paso ante la clarividente libertad.

Arrancó la última página, y tras la penúltima gota de sudor, reflexionó.
El negro era un color contundente, pero el sonido resultaba más esclarecedor.

“¿Qué haces aquí?“- Inquirió una voz desde las sombras.

Giró su cabeza hacia a ella y no vaciló un segundo en su respuesta.

“Lo que tú no tuviste valor de imaginar”

miércoles, 7 de octubre de 2009

El Bien/El Mal

El concepto de bondad/maldad subyace a las antípodas de nuestra moralidad,eso es obvio, pero ¿quién fue la primera persona que convino esto como preestablecido? o por el contrario ¿qué fue lo que determinó el sentido positivo o negativo de las cosas?

Es fácil pensar que todas estas ideas provienen meramente del hombre, puesto que la naturaleza se rige por sus propias normas, y aunque tendamos a tacharla de cruel ( qué paradoja porque a mi el ser humano me parece mil veces peor) aceptamos sus leyes como algo esencial.
Pero a veces pienso que no fuimos nosotros quienes preestablecidos esos conceptos de bondad o maldad; sino que fueron nuestros instintos, nuestro más profundo ser, quien un día se reveló, y sin entender demasiado las razones racionales, nos hizo sentir sensaciones agradables o desagradables que posteriormente fuimos identificando con el bien o el mal.

¿Pero quién determinó nuestros instintos?
¿El azar? ¿Dios? ¿aquello que aún no alcanzamos a imaginar?
Sea quien fuere está estrechamente relacionado con el origen de la moralidad.

Pero si subimos un poco más a la superficie, el bien y el mal son sólo términos manipulados por el hombre, desgastados y sobados y obviamente subjetivos.
¿Qué es lo que está bien? ¿Aquello que nos reportará algo positivo sin perjudicar en exceso a los demás?

Creo que esa pregunta tiene tantas respuestas como seres humanos hay en el mundo, lo único que tengo claro es que independientemente de nuestro criterio no debemos jamás descalificar el pensamiento de los demás sin antes haber intentado ver a través de sus ojos.