sábado, 10 de octubre de 2009

Certeza


Certeza

Como un soplo de frescura supo que era el momento de dejar de lado la vida por defecto.

Su sonrisa no escondía sus ganas de comerse el mundo.

Parpadeaba al vaivén del tráfico, a la orilla de la gran manzana asfáltica y semi desierta.
Arrancaba una a una las páginas del escrito que durante tantos años le había esclavizado. Cada palabra, cada coma, cada subordinada suponía un nuevo adiós al mar de letras por el que naufragaba su existencia.

Atormentado y desafiante extendía sus brazos para lanzar al aire tinta con la que contaminar la atmósfera. Tinta sobre papel. Tinta sobre su piel.
Sólo habían pasado dos horas desde que recibió la noticia, 3600 segundos de calma. 3600 de visceralidad.

¿Cuánto es necesario para aprender a vivir?

¿Y para olvidar?
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Las palabras se deshacían entre borrosos recuerdos de su pasado mientras su mente yacía en las profundidades submarinas de la reencarnación.

No creía, jamás había creído. Su fe fue absorbida por el amor propio en un intento de asalto al narcisismo; momento en el cual su cerebro dejó de pensar.

La estela agónica de dudas se abría paso ante la clarividente libertad.

Arrancó la última página, y tras la penúltima gota de sudor, reflexionó.
El negro era un color contundente, pero el sonido resultaba más esclarecedor.

“¿Qué haces aquí?“- Inquirió una voz desde las sombras.

Giró su cabeza hacia a ella y no vaciló un segundo en su respuesta.

“Lo que tú no tuviste valor de imaginar”

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